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My practice emerges from living in the rain forest of the Farallones, on the outskirts of Cali, Colombia. Walking this ecosystem, breathing it, observing it closely — these acts become the starting point to explore how my body weaves itself into the territory. It’s not about representing nature, but about being with it.

I gather mineral and botanical pigments —ochres, soil, fallen leaves— which I grind and sift as part of a sensitive, material inquiry into color. I paint on canvas, paper, and river stones, treating each surface as a living extension of geological time. This work honors the memory of the earth, its slow rhythms and invisible cycles.

My practice extends into the realm of daily performance: sprouting, composting, exhaling, walking, breathing. Simple gestures that, repeated with care, reveal the illusion of separation between body and environment. Each action becomes a way of listening to life.

I do not inhabit “nature”; I am nature. Every leaf, every stone, every gesture is a form of life in constant dialogue. My artistic practice, then, becomes an act of care, presence, and reverence.

Currently, I explore water as a sensitive and sacred body. Inspired by ancestral, spiritual, and poetic knowledge, I follow the intuition that water can carry intention, memory, and word.

From painting to ritual, my work seeks to return a sense of sacredness to the world — to make visible the networks that bind us to both the smallest and the vastest — and to open spaces of active contemplation where art, body, and territory listen to one another.

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Mi práctica nace de la experiencia de habitar el bosque húmedo de los Farallones, en las afueras de Cali, Colombia. Caminar este ecosistema, respirarlo, observarlo con detenimiento, es el punto de partida para explorar cómo mi cuerpo se entrelaza con el territorio. No se trata de representar la naturaleza, sino de estar con ella.

Recolecto pigmentos de origen mineral y botánico —ocres, tierras, hojas caídas— que muelo y cierno como parte de una investigación material y sensible del color. Pinto sobre lienzo, papel y rocas de río, entendiendo la superficie como una extensión viva del tiempo geológico. Este trabajo honra la memoria de la tierra, sus ritmos lentos y sus ciclos invisibles.

Mi práctica se expande hacia el performance cotidiano: germinar, compostar, soplar, caminar, respirar. Gestos simples que, repetidos con atención, revelan la ilusión de la separación entre cuerpo y entorno. Cada acción es una forma de escucha con lo vivo.

No habito “la naturaleza”; soy naturaleza. Cada hoja, cada piedra, cada gesto es una forma de vida en diálogo constante. Mi práctica artística se convierte así en un acto de cuidado, de presencia y de reverencia.

Actualmente exploro el agua como cuerpo sensible y sagrado. Inspirada por saberes ancestrales, espirituales y poéticos, parto de la intuición de que el agua puede cargarse de intención, memoria y palabra.

Desde la pintura hasta el ritual, mi obra busca devolverle al mundo su cualidad sagrada, visibilizar la red que nos une con lo más pequeño y lo más vasto, y abrir espacios de contemplación activa donde arte, cuerpo y territorio se escuchen mutuamente.

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